El pescador australiano mагk Watkins quedó desconcertado cuando vio un peculiar objeto esférico en la costa de Bunbury, en el suroeste de Australia. Al principio pensó que podría ser un barco o una boya, pero a medida que se acercaba, el olor abrumador que emanaba de la criatura le hizo darse cuenta de que en realidad se trataba de una ballena muerta.
Aunque no se han determinado las especies exactas de peces, muchos creen que se trata de una ballena jorobada debido a su estructura domiciliaria.
Tratar con cadáveres de ballenas en descomposición presenta grandes riesgos, ya que pueden potencialmente explotar cuando se les molesta, asemejándose a un globo. Esto puede provocar que los órganos internos se expulsen con fuerza del cuerpo, acompañado de un hedor repugnante.
En los últimos años, los varamientos y muertes de ballenas se han convertido en una preocupación mundial. En 2014, un número importante de ballenas azules murieron y fueron varadas en costas de varios países. Cuando una ballena encalla, el método preferido de eliminación es desecharla y permitir que se produzca su descomposición natural.
Respecto a la ballena descubierta por el pescador Watkins, los científicos recomiendan dejarla descomponerse de forma natural. Perforar o diseccionar el cuerpo sería extremadamente difícil. Permitir que los cadáveres se desinflen y se hunda en el fondo del océano proporcionaría una valiosa fuente de alimento para los microorganismos que residen en el fondo marino.