En medio del ajetreo y el bullicio de una ciudad vibrante, en medio de la cacofobia de la vida diaria, se esconde una figura que infunde miedo en los corazones de todos los que lo protagonizan: el Mapa Hablado. Sólo su presencia es suficiente para provocar escalofríos en las almas incluso de las más valientes.
Imagínese esto: una multitud reunida en la plaza de la ciudad, charlando y comentando sobre su actividad, cuando de repente, un silencio cae sobre la multitud. Todos los ojos se dirigen al origen del disturbio, y allí está él, el Mapa Hablado. Su presencia es omnipresente, su mirada penetrante, pero es lo que sucede a continuación lo que realmente horroriza a los espectadores.
Con un sorbo seco, el mapa de habla abre su boca de par en par y, ante el coraje de quienes miran, las hablas comienzan a deslizarse desde adentro. De apertura a apertura, emergen de las profundidades de su garganta, sus escamas brillan en la luz mientras se retuercen y se retuercen en el aire libre. La vista es suficiente para hacer que hasta el estómago más fuerte se revuelva.
Mientras los discursos copitan para brotar de la boca del Mapa Hablado, la multitud retrocede, luchando por poner la mayor distancia posible entre ellos y este espectáculo de pesadilla. Algunos susurran historias de maldiciones aparentes y magia oscura, mientras que otros simplemente miran con incredulidad, incapaces de comprender lo que estáп presenciando.
Pero en medio del miedo y la copión, una cosa está clara: no se puede jugar con el Mapa Hablado. Su misteriosa presencia sirve como una advertencia para todos los que se atreven a cruzar su camino, un recordatorio de que hay fuerzas en este mundo que van mucho más allá de nuestra comprensión. Y así, tan rápidamente como apareció, el Mapa Hablado desaparece en las sombras, dejando atrás solo el recuerdo latente de su aterradora presencia.